Ansiedad sexual: cómo romper el ciclo y volver a disfrutar de tu intimidad

Seguramente tu intimidad se haya visto interrumpida por una avalancha de pensamientos intrusivos que no te permiten conectar con el momento ni disfrutar de ese ratito de conexión que tanto esperabas.
Tu mente no deja de dar vueltas a preguntas como: ¿le estará gustando? ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Me verá atractivo/a? ¿Y si se fija en mi…?
Estos pensamientos hacen que ese instante de placer se convierta en una pesadilla marcada por la ansiedad sexual.

Ansiedad sexual

¿Qué es la ansiedad sexual?

La ansiedad sexual es el miedo o la preocupación excesiva en las relaciones íntimas, normalmente relacionada con el rendimiento o con no cumplir las expectativas.
Esto puede provocar desconexión del placer, la excitación o el deseo, e incluso llevar a evitar encuentros sexuales como forma de escapar de ese estado ansioso.

Es un fenómeno bastante común: suele aparecer en las primeras experiencias sexuales por mitos como “no rendir lo suficiente”, aunque también puede surgir en cualquier etapa de la vida. En muchos casos está determinada por creencias poco realistas o por la presión sobre el rendimiento y la apariencia.

Cuando la ansiedad sexual se vuelve limitante, puede llevarnos a evitar la interacción con otras personas o a generar problemas dentro de la pareja, como inapetencia sexual o incluso aversión.

¿Qué provoca la ansiedad sexual?

Las causas son diversas, pero entre las más habituales se encuentran:

  • Experiencias sexuales negativas: primeras experiencias poco placenteras, violentas, pérdidas de erección, eyaculación precoz, momentos de vergüenza.

  • Falsas expectativas: una educación sexual basada en mitos o en estándares irreales, muchas veces influenciada por la pornografía.

  • Estado de ánimo: estrés, ansiedad generalizada, depresión, falta de confianza, baja autoestima o problemas de imagen corporal.

  • Problemas de pareja: falta de comunicación, poca apertura a nuevas experiencias, conflictos, desconfianza o violencia.

  • Presión social: creencias construidas en torno al sexo como signo de logro, éxito o admiración.

Ansiedad sexual

¿Cómo saber si tengo ansiedad sexual?

El cuerpo es sabio, solo hay que escucharlo con atención. Los síntomas más comunes son:

  • Palpitaciones en el pecho

  • Pensamientos rumiativos difíciles de controlar

  • Respiración acelerada

  • Ganas de huir, falta de iniciativa o rechazo al acercamiento

  • Problemas para excitarse o sentir deseo

  • Tensión muscular

  • Dificultades para alcanzar el orgasmo

  • Irritabilidad o actitud defensiva

  • Preocupación excesiva

¿Qué pasa si ignoro estas señales?

Al principio, evitar el contacto sexual puede parecer una solución rápida y satisfactoria. Sin embargo, a largo plazo puede repercutir negativamente en tu autoestima y en tu relación con tu propio cuerpo.

En el ámbito de pareja, puede generar distanciamiento emocional y afectivo, relaciones monótonas, inseguridad, desconfianza y una comunicación deficiente. En algunos casos incluso puede derivar en infidelidad o ruptura.

Vale, lo entiendo… ¿y cómo puedo evitarlo?

La buena noticia es que la ansiedad sexual se puede trabajar y tratar. Requiere compromiso contigo mismo/a y con tu bienestar sexual.
Los primeros pasos son buscar ayuda profesional e identificar las causas y síntomas. A partir de ahí, se pueden aplicar estrategias como:

  • Comunicación abierta con la pareja: compartir cómo te sientes reduce la tensión y aporta apoyo.

  • Técnicas de relajación y respiración: ayudan a calmar la ansiedad en el momento.

  • Reconexión con el cuerpo: en pareja o a solas, desde la amabilidad y el autocuidado.

  • Fomentar la conexión emocional: fortalecer la complicidad más allá del sexo.

  • Apoyo profesional especializado: especialmente útil si hay experiencias traumáticas previas.

Ansiedad sexual_3

¿Entonces no estoy roto/a?

En absoluto. Abordar un problema que te preocupa o que afecta a tu relación es un acto de autocuidado y respeto.

La ansiedad sexual es más común de lo que creemos y no entiende de géneros, pero sigue siendo un tema del que cuesta hablar abiertamente.
Un/a sexólogo/a puede acompañarte para trabajar esas creencias y mitos que limitan tu bienestar y ayudarte a reconectar con tu vida sexual de forma segura y satisfactoria.